Antonio Pacheco no fue utilizado por Diego Aguirre en los partidos trascendentes y es incierto su futuro en el club
La temporada termina para Peñarol el próximo miércoles 22 en San Pablo. Nada menos que en Pacaembú, un estadio en el que Uruguay supo hacer historia en el Mundial de Brasil en 1950 tras empatar ante España y vencer a Suecia antes de ganarle en Maracaná a los locales. También los aurinegros tuvieron su alegría en 1961 –el sábado se cumplieron 50 años– cuando ganaron su segunda Libertadores consecutiva, ante Palmeiras.
El éxodo de la mayor parte de los futbolistas carboneros ya es un hecho. De los actuales titulares, muy pocos permanecerán en el club. “Hay que ver si somos campeones como esperamos, porque en ese caso, capaz que alguno se quiere quedar para jugar el Mundial de Clubes en diciembre”, dijo una voz con mando en la institución carbonera.
Las diferencias económicas que existen con lo que era el fútbol de otros tiempos, siempre ha obligado –inclusive a los principales clubes del fútbol uruguayo– a exportar a sus figuras principales. Ya no se vive más en la década de 1960 o 1970 en la que tanto Peñarol como Nacional ponían el dinero encima de la mesa para traer a los excelsos jugadores del continente.
La realidad es otra y los billetes ahora los ponen otros, más allá de la enorme cantidad de intermediarios y empresarios que rodean al fútbol.
Pero, ¿qué sucederá con un histórico como Antonio Pacheco? ¿Prolongará su contrato con la institución? ¿Seguirá un año más? Todo puede pasar, pero en los tiempos que corren, el capitán del equipo (salvo en los últimos meses en que fue suplente) no es tenido en cuenta por el técnico Diego Aguirre.
Es una situación similar a la que se dio con Pablo Bengoechea, el anterior líder e ídolo de la hinchada de Peñarol, cuando este mismo entrenador no lo utilizó. La diferencia estriba en tres años. El 10 se fue a los 38 años, mientras que Pacheco cumplió hace poco los 35.
Internacional de Porto Alegre como local fue el último encuentro importante en el que Tony fue titular. De allí en adelante, el equipo enfrentó a este mismo rival de visita, a Universidad Católica dos veces y a Vélez otras dos, todos encuentros trascendentes y decisivos por la Copa Santander Libertadores, y el DT ni lo utilizó.
¿Se trata del fin de una era notable con siete Uruguayos a cuestas? Si se le pregunta a Pacheco, difícilmente lo acepte. Sin embargo, en los vestuarios del Amalfitani la semana pasada entre sonrisas admitió que –obviamente– cada vez queda menos.
El presidente del club, Juan Pedro Damiani, tiene una debilidad especial por Pacheco. Casi la misma que su padre, José Pedro Damiani, tuvo en su momento con Bengoechea.
Es muy temprano para intentar abrir un panorama acerca de lo que vendrá, de lo que depararán los próximos meses con todo el plantel de Peñarol.
Sin embargo, la gran encrucijada está latente. Quizá ni el propio Pacheco sepa qué será de su futuro en su propia intimidad.
Por lo que aconteció en los últimos compromisos, no se avizora un futuro claro del histórico jugador que utiliza desde hace años la camiseta número 8.
Si hubiera que sacar conclusiones, es un hecho que de seguir Diego Aguirre en la institución, como ocurrirá, es muy difícil que el volante vuelva a tener una oportunidad en el campeonato venidero.
Un jugador de sus características, con el peso histórico que tiene en el club de las 11 estrellas, debería irse por la puerta gigante, como corresponde.
La decisión también estará en él. Nadie como él sabe en qué condiciones físicas y anímicas se encuentra, pero es obvio que en caso de ganar la Copa Santander Libertadores, ese logro puede jugar tanto como un notable envión anímico para continuar, como también para irse como un ganador con la aurinegra.
“El fútbol tiene estas cosas. Ahora me da la posibilidad de participar de una final de la Libertadores”, dijo en la feliz noche del Amalfitani a El Observador.
Es un sueño hecho realidad. Hay que ver qué sucederá en los días que vienen. El futuro de un gigante de Peñarol está en juego y quizá dependa solo de él.
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